Montevideo

La prolija capital de la amabilidad

Junto a una amiga de Buenos Aires decidimos encontrarnos en Montevideo para pasar unos días de relax. 

La idea era combinar alta hotelería, que Uruguay sí que la tiene, con distinguida gastronomía. 

Fue así que para la Semana Santa de 2025 concretamos la escapada de chicas. 

Desde Buenos Aires ella tomó el servicio de barco que ofrece Buquebus, un viaje de unas dos horas y media. Mas sucede que no siempre la empresa cumple con los horarios por lo que en mi caso, saliendo de Salta lo más prudente era vía aérea con la conexión en Buenos Aires.

Por eso, aterricé el Jueves Santo en el moderno Aeropuerto Internacional de Carrasco, justo a la hora del amanecer, cuando el cielo se teñía de naranja. Así me dio la bienvenida Montevideo; la ciudad que fue fundada como fuerte a principios del siglo XVIII. 

Se sitúa en la bahía homónima, en las márgenes del imponente Río de la Plata.

Tomé un Uber que en menos de una hora me llevó hasta el Hotel Montevideo, miembro de The Leading Hotels of the World. 

Era muy temprano por lo que todavía no estaba disponible la habitación, pero el personal de recepción me invitó a utilizar las instalaciones del gimnasio, abierto las 24 horas, para poder higienizarme antes de salir a descubrir la ciudad. 

Me perdí por el barrio, siguiendo las recomendaciones de la experta sibarita local @paulinafab, conocí las principales panaderías de autor, pasando por Wild Bakey, La Resistance Boulangerie, Santé Postres y Afines, hasta llegar a Estudio Café, justo frente al monumental edificio de la Facultad de Arquitectura. Fue allí donde desayuné un café americano con un scon de queso memorable. 

Desde allí otro Uber me llevó directo hasta el mirador panorámico que funciona en la Intendencia de Montevideo. La idea era hacer tiempo, entretenida, hasta la llegada del Buquebus con mi amiga a bordo. El rooftop es de acceso gratuito y destaco que -aun siendo feriado- se encontraba abierto. Los elevadores vidriados facilitan la vista al río. Al llegar a la cima, un mirador de casi 360 grados permite una panorámica de la ciudad. 

Desde allí pude ver cómo se aproximaba al puerto el buque. 

Justo debajo funciona el Museo de Historia del Arte, pero se encontraba cerrado, por lo que me decidí a llegar caminando hasta el centro histórico, recorriendo la Avda. 18 de julio, fecha de conmemoración del juramento de Constitución en el año 1830. Se trata de una vía con numerosos edificios de oficinas y locales comerciales de lo más variado, hasta llegar a la Plaza Independencia, quizás la más trascendente de Montevideo. En su centro se encuentra el monumento a José Gervasio Artigas y bajando unas escaleras del costado, su bien moderno mausoleo subterráneo.

Fue entonces cuando nos encontramos con mi gran amiga Magda, quien orgullosa me presentó a su prima Fabi y a su ahijada Lexi, quienes viven en Uruguay hace años y oficiaron –muy generosamente- de nuestras exclusivas guías locales durante el recorrido que siguió. 

Alrededor de la plaza se destacan varios edificios. Por su icónica arquitectura sin dudas el Salvo Palace. También allí se encuentra el Palacio Estévez Palace, sede protocolar del Poder Ejecutivo, en el que funciona el Museo de la Casa de Gobierno; por otra parte, la Puerta de la Ciudadela, un resabio de la antigua muralla que rodeaba Montevideo en el siglo XVIII. 

Al costado de la Plaza Independencia, luce orgulloso el Teatro Solis un tesoro arquitectónico de la ciudad. De estilo neoclásico fue inaugurado en agosto de 1856. Allí se ofrece una visita guiada todos los días a las 4 pm. Es uno de los teatros más antiguos de América del Sur.

Tomamos la Peatonal Sarandí y emprendimos una amena caminata entre tiendas, galerías de arte y cafés, pasando por la Catedral Metropolitana, también de arquitectura neoclásica, justo en frente de la Plaza de la Constitución o Plaza Matriz. Fue la Plaza Mayor de la Ciudad Fortaleza de San Felipe y Santiago de Montevideo, un espacio público abierto con una gran arboleda.

Siendo que fuimos en otoño, fue una permanente la de disfrutar los colores ocres generados por las hojas secas tiñendo las calles. 

Continuamos paseando por la Ciudad Vieja hasta llegar a Culto Café CV, justo en la esquina de la Peatonal y la calle Treinta y Tres. Una cafetería de autor en una casa antigua. Muy notable. 

Luego del descanso, rumbeamos hacia el Mercado del Puerto, pasando por el Museo de Artes Decorativas en el esplendoroso Palacio Taranco, frente a la Plaza Zabala. Fabi nos lo súper recomendó pero lamentablemente se encontraba cerrado por el feriado.

En la Ciudad Vieja se encuentran numerosos museos y centros culturales para visitar, como el Museo Andes 1972, el Museo Histórico Nacional, Casa Fructuoso Rivera, el Museo Histórico Nacional, el Museo Romántico - Casa Antonio Montero, la Casa Lavalleja donde funciona el Museo Histórico Nacional, el Museo del Gaucho y la Moneda, el Museo de Arte Precolombino e Indígena, el Museo El Juguetero, el Museo del Carnaval, por nombrar solo algunos. 

Ya las calles se ponían un tanto desoladas y se empezaban a mostrar signos de mayor dejadez e indigencia, y nos enfrentamos al bien animado Mercado del Puerto. Allí se puede almorzar en uno de los muchos restaurants que ofrecen la parrilla tradicional uruguaya, tanto como medio y medio, la bebida local, una mezcla de un vino espumoso dulce con vino blanco seco.

Muy cerquita de allí destaca el edificio de la Aduana y la Escollera Sarandí. 

Regresamos hasta Jacinto, el restaurante de Lucía Soria, una chef muy conocida en Uruguay.

Luego nos dirigimos hacia el Museo Gurvich el que exhibe -en tres plantas- una completa colección de las obras del artista José Gurvich, murales, óleos, esculturas, dibujos y objetos. Se lo conoce a José Gurvich -discípulo del maestro Torres García- como uno de los mayores exponentes de la plástica rioplatense. 

Seguimos al Museo Torres García pionero del constructivismo. El edificio es una muestra de Art Nouveau y -en sus orígenes- funcionaba el célebre bazar Broqua y Sholberg. El artista se destacó por sus pinturas que creaban una realidad en sí misma. En sus lienzos las líneas ortogonales trazadas en base a la sección áurea cobran protagonismo. 

Esa tarde, concluimos nuestro paseo por el Casco Viejo de Montevideo asistiendo a una visita guiada del Palacio Salvo Palace. Con una duración de menos de una hora resulta la única forma de acceder y conocer el edificio construido en 1928. En su momento fue el edificio más alto de Sudamérica. Es todo un emblema de la ciudad. 

Desde su mirador se obtiene una vista panorámica de la Plaza Independencia.

Al regresar al hotel hicimos el check in. Nos asignaron una habitación en el último piso, con una muy linda vista del barrio. 

Muy notable toda decoración del hotel. Moderna, distinguida. 

Esa noche se largó un chaparrón, por lo que decidimos –luego de unos tragos en el bar- quedarnos a cenar en el restó Polo Bamba del hotel. Sabia decisión pues la comida estuvo deliciosa, tanto los gnudi de ricota y parmesano como el risotto al azafrán con vegetales asados, que acompañamos con un muy rico pinot noir uruguayo.  

A la mañana siguiente, después del merecido descanso, nos complació el abundante banquete que ofrece el hotel para el desayuno. Un buffet súper variado más la opción de ordenar platos de huevos en sus diferentes variantes, o granola o –incluso- un blinis de salmón. Tremendo. 

De allí emprendimos una caminata hasta el Punta Carretas Shopping, el centro comercial ubicado en una antigua cárcel remodelada. Luego paseamos por el Parque Rodó, un espacio verde con lagos y áreas de recreación. Lamentamos no poder visitar el Museo Nacional de Artes Visuales, que contiene una colección de arte uruguayo desde el siglo XIX hasta la actualidad, ya que se encontraba cerrado por el feriado. 

Nos cruzamos a Playa Ramirez, sobre la célebre Rambla de Montevideo, para meter los pies al agua, toda una tradición de @tripticity_ en cualquier orilla. 

Rumbeamos hasta Escaramuza, una librería en una casona antigua imperdible. En su interior funciona un restaurant con mucha onda y sabrosas opciones para el almuerzo o la merienda. 

Fue allí cuando nos volvimos a encontrar con Fabi y Lexi, quienes no dudaron en llevarnos hasta el famoso cartel de Montevideo sobre la Rambla en el barrio de Pocitos. Justo al frente se encuentra el hotel Hyatt Centric, cuyo rooftop es un recomendado, pero luego de la puesta del sol, regresamos para disfrutar de un trago en el rooftop del Hotel Montevideo. Súper cool. 

Luego, teníamos reserva en Pomelo, un restaurant con cocina y barra a la vista muy peculiar. 

Ordenamos un paté de ave con mermelada de mora, un carpaccio feedlot con parmesano y alcaparras y unos camarones en una versión bien original, con tomates, palta y papas pay. 

A la mañana siguiente, siendo sábado, el buffet del desayuno estaba repleto, igualmente lo disfrutamos y coincidimos en que se trata quizás de uno de los más ricos que probamos por lejos. 

Tomamos un Uber que nos llevó hasta Carrasco. Habíamos decidido que íbamos a alojarnos dos noches en el estratégico barrio de Pocitos y luego en este otro más alejado, con aire vacacional. Para esa noche, el elegido fue el hotel Sofitel Carrasco. Omnipotente y monumental, el edificio de la década de 1920 es un ejemplo de la Belle Époque, todo un emblema. 

Antes de disfrutar de las instalaciones del hotel, hicimos una corta caminata por los alrededores y nos tentamos en el restaurant Manzanar por su deliciosa y variada carta. Nos recibieron con un caldo de carne, cual abre apetito. Ordenamos un tiradito de pesca blanca y unas piezas de sushi. Además, Magda estaba tentada con papas fritas por lo que no dudamos en ordenarlas. Todo acompañado con un espumante uruguayo a la altura del topísimo almuerzo. 

De vuelta en el hotel, nos volvimos a sorprender con su hall de acceso, sus vitraux y la belleza de su interior. 

Por otra parte, su spa de lujo nos había tentado también. Fue una de las razones por la que lo elegimos. Por lo que luego nos dedicamos a disfrutar de una tarde de relax entre amigas, en su pileta de agua templada, en su sauna seco, para finalizar con unos masajes descontracturantes. Todo muy perfecto. 

En la noche, Fabi nos invitó a su lindísima casa a un aperitivo. Al llegar, Vin nos convidó un riquísimo torrontés salteño de Colomé, lo que fue honorado con una charla bien entretenida. 

Luego nos despedimos y caminamos unas cortas cuadras hasta Asencio (Bar) para cerrar el día con unas ricas tapas, coronando nuestro fin de semana de amistad y gastronomía. 

Al día siguiente, el desayuno en el salón comedor del hotel con una panorámica vista a la playa de Carrasco fue otro memorable. 

Era domingo de Pascuas y Fabi y Vin nos invitaron al almuerzo familiar. Al llegar, nos halagó el banquete que habían preparado. Salmón a la parrilla, un inolvidable muhammara, una crema pimientos rojos y nueces, de claro origen árabe, deliciosa, y ensaladas frescas. 

Sus hijas, Lexi, Poli y Vicki resultaron tan amorosas como entretenidas. Fue sentirse en casa, en familia, con personas que yo acababa de conocer. Eso que no sucede tan a menudo. Y asi, comiendo manjares, charlando sobre restaurantes de Montevideo, de la vida en la ciudad y hasta de inteligencia artificial, disfrutamos un bien distinto e inesperado almuerzo pascual. La mejor manera de cerrar esos días junto a mi gran amiga.